Arequipa: Playas escondidas para desconectarse del mundo

Arequipa es la región del Perú que tiene el litoral más extenso y, a pesar de ello, no es reconocida como un destino de playas. Tal vez esto se deba a que muchas de sus ensenadas, como la caleta San José, están ubicadas en salvajes escenarios, donde solo se puede llegar por mar. Y en esto radica su especial encanto: posee caletas y playas habitadas solo por las aves, enclavadas en paisajes naturales que parecen detenidos en el tiempo, donde podemos desconectarnos en serio. Sin televisión, sin celular acá solo necesitamos unas buenas sandalias, una ropa de baño y disfrutar del sol.

Arequipa

Ensenadas secretas a las que se llega solo por mar. San José, Honoratos, La Francesa e islas como Hornillos son algunos de los parajes donde la naturaleza es la anfitriona.

Cada playa a la que llegamos es un descubrimiento, sentimos que somos los primeros seres humanos en pisarla. A cada paso nos encontramos con que cada ensenada, cada isla y cada parte de este litoral tiene una historia que contar: anclas de fierro que pesan toneladas abandonadas en el desierto, higueras plantadas por los primeros españoles que llegaron a estas tierras e historias de piratas y tesoros escondidos.

COMPARTIR UN SUEÑO
El punto de operaciones para descubrir la zona es la caleta San José, donde hay un rústico y encantador hospedaje levantado hace unos años por Mauricio Mendoza del Solar y Gonzalo Llerena, quienes comparten su sueño con los huéspedes que llegan hasta acá luego de dos horas de navegación desde el puerto de Quilca. Los amigos vinieron por primera vez hace muchos años por distintos motivos, todos relacionados con el mar. Gonzalo es buzo desde hace cuarenta años y llegó a bucear atraído por la fama del lugar que se dice que es uno de los puntos ideales para la caza de lenguado. Mauricio decidió de joven dejar los estudios y convertirse en pescador. La afición no le duró más de seis meses durante los cuales Quilca se volvió su casa. Ambos, junto a otros socios, pusieron un criadero de conchas de abanico en San José y en La Francesa y con los años decidieron convertirlo es su lugar de residencia, así fueron levantando un albergue para compartir con los visitantes de este paradisíaco y salvaje lugar cubriendo ciertas comodidades como agua caliente, sábanas limpias, un buen baño y una rica gastronomía.

Para lograr que el lugar conservara su encanto original se adecuaron al entorno de la mejor manera posible: construyendo con materiales rústicos que no agredan visualmente el entorno y con un manejo de agua que cumple con los parámetros medioambientales. Esto les valió varios reconocimientos de la institución privada Ecoplaya y en el 2007 y 2009 la caleta San José fue la ganadora en la categoría de playa natural por su manejo sostenido.

La difícil accesibilidad de la caleta lo convierte en una playa exclusiva, donde los anfitriones te hacen sentir como en casa. Su pequeño paraíso se abre al viajero y al igual que ellos, los cocineros y los marineros te reciben con una sonrisa en la boca dispuestos a compartir con los viajeros su mundo junto al mar.

Desconectamos el celular y nos adecuamos por unos días a su universo y a su forma de medir el tiempo.

DÍAS DE MAR
El tiempo mínimo recomendado para disfrutar del lugar son tres días y dos noches. La travesía comienza desde que pisamos el puerto de Quilca. Luego de cuatro horas de viaje por carretera asfaltada y luego afirmada desde Arequipa, nos espera una embarcación para llevarnos durante casi dos horas hasta la caleta San José. En el camino los anfitriones nos cuentan acerca de su vida cerca del mar y debajo de ella.

DE PLAYA EN PLAYA
Algunos optan por quedarse en San José a descansar y disfrutar de la tranquilidad del lugar; pero si prefiere seguir el itinerario programado, puede empezar el día con una caminata para conocer las otras ensenadas de la zona como La Francesa, Ancumpita, Pampa Ancla, caleta La Huata.

Cada una tiene un particular encanto. La Francesa es una caleta de aguas cristalinas así como Ancumpita, ambas ideales para pasar el día, bucear, nadar y relajarse totalmente aislados. Camino a La Huata nos encontramos con pampa El Ancla, llamada así porque ahí yace una gran ancla de más de un metro de alto que, según dicen los lugareños, llegó hasta aquí en la época en la que los piratas surcaban estos mares y la dejaron como señal de un tesoro escondido. Muchas leyendas se tejen en torno a esta enigmática ancla que yace como una especie de escultura que se niega a caer con el paso del tiempo.

En La Huata espera la embarcación para llevarnos a la isla Hornillos, una especie de islas Ballestas arequipeñas, donde descansan decenas de lobos marinos, nutrias, pingüinos y hermosas aves como los zarcillos. El día termina en Honoratos, una playa encantadora de aguas cristalinas, donde es posible pasear en kayac mientras los buzos se encargan de sacar del mar los insumos para el almuerzo del día preparado por el cocinero que nos sorprende cada vez con una nueva creación. La noche termina con una fogata que se acompaña con las estrellas. La luz de los lamparines se apaga a las nueve, hora de comenzar a soñar con volver a San José.

Fuente: El Comercio






Sección: Turismo