Mientras la Fuerza Aérea, el Ejército, la Armada, el Cuerpo de los Infantes de Marina y comandantes de las fuerzas especiales detallan los pasos a seguir para implementar esta polémica decisión, no todos comparten su entusiasmo por la iniciativa y plantean los posibles escenarios reales que deben abordarse antes de que esta prospere demasiado.

Esta semana el Pentágono reveló sus planes sobre la plena integración de las mujeres como combatientes de primera línea y en fuerzas de élite como los Rangers o los Navy SEALs.

Lo que más recelos suscita es cómo afrontaran las mujeres las exigencias físicas que plantean ciertos tipos de combate, así como el grado de aceptación que tendrán las tropas femeninas entre los hombres integrantes de unidades de élite muy unidas.

Las mujeres pueden servir en algunos puestos peligrosos, y ya lo hicieron en Irak y Afganistán, donde perecieron varias de ellas. Pero tan solo en enero de este año el entonces secretario de Defensa, Leon Panetta, levantó formalmente la prohibición oficial de que las mujeres entren en combate.

Hoy por hoy, más de 200.000 mujeres sirven en las Fuerzas Armadas de EE.UU., lo que representa aproximadamente el 14,5% de todos los efectivos, de acuerdo con cifras del Pentágono. La mayor parte de ellas sirve en el Ejército.

La asimilación oficial de las mujeres en las secciones más duras de las Fuerzas Armadas se ve entorpecida por las preocupaciones del Departamento de Defensa por el creciente número de agresiones sexuales dentro del Ejército.

Cabe recordar que la única unidad militar integrada exclusivamente por mujeres en la historia de EE.UU. fue una unidad aérea formada en 1941 con el nombre de ‘Escuadrón de Transporte Auxiliar de Mujeres’. Pero ni en la Segunda Guerra Mundial las mujeres piloto de EE.UU. participaron en misiones de combate, y a la unidad femenina se le asignaron misiones como el transporte de aviones de EE.UU. al Reino Unido y otras tareas de menor importancia.

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